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Discipulada 2023: los zahoríes del bautismo

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Intervención del Superior General en la velada de acción de gracias por el 36 aniversario de la fundación de los DCJM

¡Qué gratitud hoy por el don de los Discípulos, treintaiséis años tras nuestra aprobación, unidos a todos nuestros amigos que participáis de nuestro camino! ¿Qué significa este don y cómo ser fieles a él? ¿Y cómo se sitúa este don nuevo en este cambio de época que vivimos?

En nuestra casa de Villaescusa de Haro existe un viejo pozo, ahora seco. Tuvimos que tapiarlo cuando un junior cayó en él y se salvó de milagro de hundirse. La zona la examinó un zahorí, con sus varillas vibrantes, y encontró agua, solo que muy profunda. En ese momento se decidió no excavar, pero la cosa sirvió para cerciorarnos de que hay corrientes subterráneas que irrigan nuestros orígenes.

La cosa tiene su símbolo. ¿No estamos los Discípulos llamados a ser zahoríes de los hondos manantiales de la vida, de esa fuente originaria que nos propulsa a la meta de una vida grande y bella? Para buscar estas corrientes profundas de la vida, hemos decidido dedicar este año al bautismo. Pues una característica de nuestra época es la falta de una relación con los orígenes. Se repudia el pasado, pero se repudia también todo sentido que precede al hombre y le marque una meta. Se repudian los manantiales.

Podemos comprobarlo si miramos a los objetivos que la ONU ha marcado en su Agenda 2030 de desarrollo sostenible. Mucho de lo que se espera es simplemente conservar e igualar. Tal vez sea porque hay dos grandes ausencias en estos objetivos.

Por un lado, está ausente Dios, que nada parece pintar en nuestras metas comunes para el futuro. Benedicto XVI dijo en su encíclica Caritas in Veritate que todo desarrollo presupone una vocación a la que el hombre responde. Solo así puede avanzar más allá de las propias fuerzas. Cuando se elimina la vocación a la que Dios nos convoca, el futuro se limita a repetir. “Desarrollar” pasa a significar simplemente “desenrrollar”, deshacer un rollo.

Por otro lado, la Agenda 2030 calla también sobre la familia. Se habla de los derechos de la mujer, pero sin referirse a la comunidad primordial donde florecen la mujer y el hombre. Si la ausencia de Dios pone en duda que pueda haber desarrollo, la ausencia de la familia dificulta que el desarrollo sea sostenible. ¿Cómo sostener el crecimiento de una planta que corta sus raíces?

Precisamente el bautismo contiene esos dos temas olvidados en la Agenda 2030. Pues en el bautismo está un nacimiento y un nombre nuevo, que proceden de la familia. Y a la vez el bautismo es un nacimiento desde Dios y hacia Dios. Por eso cuando celebramos el aniversario del bautismo no es como cuando celebramos el cumpleaños. Porque el bautismo no está detrás de nosotros, sino que está delante, siendo el proyecto que Dios tiene para nosotros.

La cosa puede sintetizarse en este deseo: añadir un plus a la Agenda 2030 para convertirla en Agenda 2033. Estos tres años de más representan la vida pública de Cristo, desde su bautismo en el Jordán hasta el bautismo con que fue bautizado en la cruz y en la resurrección. Pues Cristo recuperó los manantiales para llevar al hombre a su sazón. Así llegamos a 2033, segundo milenario de la Pascua, cuando se abrió su corazón y brotó el manantial que nos vivifica a todos.

Y desde aquí los Discípulos deseamos ayudaros, a toda la gran familia discipular, a ser zahoríes. Esposos zahoríes del venero que brota en vuestro amor, pues Dios os ha unido en matrimonio. Padres y maestros zahoríes del manantial que mana en vuestros hijos y en vuestros alumnos, pues a ellos les habla el Maestro interior. Zahoríes todos vosotros de los manantiales que vivifican el bien común de la sociedad…

E igual que el bautismo es una fuente que cada día nace, pedimos que suceda así con este aniversario de los Discípulos. No celebramos lo que fuimos. Celebramos el proyecto al que el Señor nos ha destinado y que va renovando cada día, desde su manantial. ¡Gracias y que vivan los zahoríes!

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