Nuestra misión
- El misterio de una gran amistad
Dios mira nuestra historia desde la esperanza que tiene en cada hombre y en cada institución que hace nacer. El fin está ya en el inicio: este es el don que se esconde y que nuestros ojos no ven, si no es por una gracia especial. En ocasiones se enciende una luz, como chispa maravillosa que ilumina la vida, descubriendo lo que la hace grande y bella. Entonces participamos de la mirada de Dios, y nos vemos desde su esperanza.
¿Qué vimos los Discípulos? Sencillamente, que Cristo quería vivir con nosotros una amistad plena y radical, y que quería que esa amistad desbordase a otros. Desde aquí nos comprendimos, a la luz de su esperanza; y desde ella afrontamos una historia que en el año 2012 cumplió ya veinticinco años.
Veinticinco años de historia es ya tiempo crecido para contemplar el camino recorrido de una nueva familia religiosa. Detrás de cada año se esconden las vidas e historias de numerosas personas que han hecho posible que esta institución haya desarrollado su misión y carisma propios en la Iglesia en beneficio de los hombres, de las familias, de la vida religiosa.
Celebrar los veinticinco años quiere decir volver a la luz del origen; y volver desde una historia que ahora se hace mucho más clara en sus acontecimientos, porque aparece el camino que Él se ha abierto en nosotros. Mirar hacia atrás es descubrir en el tiempo una maravillosa experiencia del amor de Dios a unas personas concretas. Todo está marcado por su misteriosa e increíble presencia a través de una acción, muchas veces oculta y silenciosa que, por ser de Dios, no puede menos que salir a la luz. Y ahora, esta luz nos permite mirar adelante con ojos aún más claros y con una esperanza más madura.
¿Quién escoge lo que no cuenta, lo que no tiene valor, y hace de ello una obra preciosa de su amor? ¿Quién es capaz de enderezar y cambiar corazones torcidos? ¿Quién puede sostener personas que no encuentran apoyo? ¿Quién es capaz de abrir un camino de plenitud divina y humana?
Solo Dios lo puede hacer. Solo Dios ha sido capaz de sacar esta obra adelante.
Los Discípulos de los Corazones de Jesús y María son una prueba viva del inmenso amor y poder del Señor. Es su obra que ha tenido a bien confiar en las manos de unos pobrecillos.
Del libro: ‘El misterio de una gran amistad’ (Didaskalos, 2017)
El misterio de una gran amistad
Dios mira nuestra historia desde la esperanza que tiene en cada hombre y en cada institución que hace nacer. El fin está ya en el inicio: este es el don que se esconde y que nuestros ojos no ven, si no es por una gracia especial. En ocasiones se enciende una luz, como chispa maravillosa que ilumina la vida, descubriendo lo que la hace grande y bella. Entonces participamos de la mirada de Dios, y nos vemos desde su esperanza.
¿Qué vimos los Discípulos? Sencillamente, que Cristo quería vivir con nosotros una amistad plena y radical, y que quería que esa amistad desbordase a otros. Desde aquí nos comprendimos, a la luz de su esperanza; y desde ella afrontamos una historia que en el año 2012 cumplió ya veinticinco años.
Veinticinco años de historia es ya tiempo crecido para contemplar el camino recorrido de una nueva familia religiosa. Detrás de cada año se esconden las vidas e historias de numerosas personas que han hecho posible que esta institución haya desarrollado su misión y carisma propios en la Iglesia en beneficio de los hombres, de las familias, de la vida religiosa.
Celebrar los veinticinco años quiere decir volver a la luz del origen; y volver desde una historia que ahora se hace mucho más clara en sus acontecimientos, porque aparece el camino que Él se ha abierto en nosotros. Mirar hacia atrás es descubrir en el tiempo una maravillosa experiencia del amor de Dios a unas personas concretas. Todo está marcado por su misteriosa e increíble presencia a través de una acción, muchas veces oculta y silenciosa que, por ser de Dios, no puede menos que salir a la luz. Y ahora, esta luz nos permite mirar adelante con ojos aún más claros y con una esperanza más madura.
¿Quién escoge lo que no cuenta, lo que no tiene valor, y hace de ello una obra preciosa de su amor? ¿Quién es capaz de enderezar y cambiar corazones torcidos? ¿Quién puede sostener personas que no encuentran apoyo? ¿Quién es capaz de abrir un camino de plenitud divina y humana?
Solo Dios lo puede hacer. Solo Dios ha sido capaz de sacar esta obra adelante.
Los Discípulos de los Corazones de Jesús y María son una prueba viva del inmenso amor y poder del Señor. Es su obra que ha tenido a bien confiar en las manos de unos pobrecillos.
Del libro: ‘El misterio de una gran amistad’ (Didaskalos, 2017)